Yo no soy violento

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Yo no soy violento

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shutterstock_172267871Vivimos en medio de tanta violencia y actitudes agresivas, que ya no somos capaces de distinguir con tanta facilidad dónde, de hecho, se concentra la violencia.

Hace algunas semanas hablamos sobre conceptos equivocados acerca de “ser mujer” (lea más aquí) y cómo esto afecta los comportamientos de las personas en el día a día, inclusive en la manifestación de comportamientos agresivos. De la misma forma en que desarrollamos visiones equivocadas sobre “ser mujer”, también desarrollamos visiones equivocadas sobre “ser niño”, “ser negro”, “ser pobre”, etc.

El problema es que no nos damos cuenta de que transmitimos esos conceptos equivocados de generación en generación, y la nueva generación las reproduce con tanta naturalidad, como si no fuera posible tener otra mirada al respecto.

A menudo se reportan manifestaciones racistas en partidos de fútbol alrededor del mundo. Con cierta frecuencia, jugadores de ascendencia negra son llamados de “monos” por los aficionados. Recientemente tuvimos un caso así en Brasil. Una aficionada, en medio de tantos otros, tuvo la desgracia de ser filmada al llamar “mono” a un jugador. Su imagen rápidamente pasó a circular en las redes sociales. Era casi una especie de “Se busca”. De la noche a la mañana se convirtió en perseguida y perdió la vida que tenía. Las noticias acerca de la persecución sufrida por esta aficionada acusada me recordaron otro caso que ya comentamos aquí hace algún tiempo, sobre una madre de familia que fue el blanco de persecución (y muerte) de “justicieros�� de internet y de su comunidad (para leer sobre este caso, haga clic aquí).

Llamar “mono” a un jugador es agresivo. También es agresivo injuriar, sentenciar a muerte y perseguir a quien comete este error. En realidad, lo que es agresivo es verse a sí mismo como superior a los demás. Significa considerar al otro menos digno debido al color de su piel, género, edad, condición social, nacionalidad, etc.

¿No será que cometemos actos de violencia cuando protegemos nuestros bolsos al cruzarnos con un joven negro mal vestido? ¿No cometemos actos de violencia al no considerar la opinión de alguien mayor o más joven que nosotros? ¿No somos violentos cuando hacemos bromas sobre las mujeres y el tránsito? ¿O acerca de las rubias? ¿Somos violentos cuando cerramos la ventana de nuestro vehículo para no ser molestado por un niño que pide dinero en los semáforos? ¿No somos violentos cuando levantamos el tono de voz y alzamos nuestra mano a un niño con el argumento de que lo estamos educando? (Véase el mensaje sobre la violencia y la educación aquí)

Somos violentos de tantas maneras, ¡pero nos creemos buenas personas! Somos el producto de una sociedad violenta, donde no se conoce el amor, y donde la ley es que sobreviva el más fuerte. Luchamos para terminar con el abuso infantil, el abuso sexual, el turismo sexual, la violencia física y psicológica, y realmente necesitamos luchar contra todas esas cosas. Pero, mientras no se elimine la violencia que existe en nosotros mismos, estamos luchando contra algo que nuestras propias actitudes sostienen, y lo transmitiremos a las generaciones futuras.

Si estoy en contra de la explotación sexual infantil, no puedo condescender con el consumo de pornografía. Una cosa está conectada a la otra. (Lea sobre este tema aquí). Si no apruebo la violencia contra la mujer, no puedo reírme y contar chistes que ridiculizan al sexo femenino. En nuestra mente, una cosa está conectada a otra. Si estoy en contra de la violencia y deseo hacer del mundo un lugar mejor, no puedo cerrar los ojos a las pequeñas actitudes violentas que reproduzco diariamente a través de la influencia de mi cultura local.

Tenemos una lucha importante que debe comenzar con la revisión de nuestras propias prácticas y conceptos.