¡Jovencitas, no anden solas!

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¡Jovencitas, no anden solas!

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shutterstock_232923259Hace algunos días observo decenas de publicaciones en las redes sociales y artículos en sitios de noticias, sobre las dos jóvenes turistas argentinas que fueron asesinadas en Ecuador. Una de las cosas que más me llamó la atención fue la indignación femenina contra la afirmación de que las dos jóvenes estaban “solas”.

¿Qué? ¿Cómo es eso? ¿Cómo dos personas que están juntas pueden estar solas? Comprendo bien el cuestionamiento de las mujeres que se indignaron con esa afirmación. Dicen por ahí que “mejor sola que mal acompañada”. Pero eso no vale para nosotras las mujeres. Por lo menos no cuando se trata de viajar, salir a la calle, o incluso quedarnos en casa. Si estamos solas, corremos peligro. Mal acompañadas, ni se habla. Basta verificar que en gran parte de los casos de violencia contra la mujer el agresor es el propio compañero o algún familiar.

En verdad, el mundo está peligroso para todos, de niños a ancianos, sean hombres o mujeres. Y salir en compañía de una sola persona es de hecho como salir sola. En algunos casos, salir en grupo (un grupo grande) también será sinónimo de salir solo, si cuando salimos esa compañía no es capaz de ofrecernos protección.

¿Y quién es el que puede ofrecer protección contra la violencia hoy en día? ¡Infelizmente nadie! Ningún hombre o mujer es capaz de ofrecer seguridad y protección a otra persona actualmente. Si hablamos de violencia, estamos solos, aunque acompañados, y necesitamos hablar más sobre eso y luchar más contra esto. Existen puertas de entrada a la violencia que están esparcidas en nuestra sociedad (y la campaña Rompiendo el Silencio lucha contra esas puertas) y hace que el mundo sea cada vez más inseguro para todos.

Al mismo tiempo en que no podemos vivir aterrorizados, con miedo de ir o estar en cualquier lugar, estamos “obligados” a continuar diciendo a las jovencitas que no anden solas por ahí. Y también a los niños, a los jóvenes, los adultos, a los ancianos…a toda la gente. Y, los que son religiosos, además, tienen fe en la compañía y protección divinas. Pero, para los que no lo son, les queda solo la frecuente realidad del sentimiento de vulnerabilidad.

Lo que les sucedió a las dos turistas en Ecuador me hizo pensar no solo en los riesgos que corremos como mujeres y en la fragilidad a que la imagen femenina está vinculada en nuestra sociedad. Lo que les sucedió a esas dos jóvenes me hizo pensar en el riesgo que corremos como humanos, y en la necesidad urgente de tener acciones eficaces de lucha contra la violencia como un todo.


 

Karyne Lira Correia, Psicóloga con Maestría en Psicología