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El mal que ronda lo sagrado

El mal que los hombres practican sobrevive a ellos. El bien casi siempre es sepultado con ellos”. En el texto de la pieza teatral Julio César, del poeta y dramaturgo inglés William Shakespeare, la frase anteriormente citada forma del parlamento del emperador Marco Antonio, en las escalinatas del senado romano, frente al cuerpo de Julio […]


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El mal que los hombres practican sobrevive a ellos. El bien casi siempre es sepultado con ellos”. En el texto de la pieza teatral Julio César, del poeta y dramaturgo inglés William Shakespeare, la frase anteriormente citada forma del parlamento del emperador Marco Antonio, en las escalinatas del senado romano, frente al cuerpo de Julio César, asesinado a cuchilladas por la conspiración de Brutus y de Cassius.

Esta máxima parece extrapolar la ficción y personificarse en la realidad de este mundo, en el que la violencia y el mal son expresiones de algo equivocado y muy grave, que está enraizado en la vida humana.

En el caso de los indicadores de la violencia sexual, los datos muestran que los niños están en el epicentro de esta tormenta. Por ejemplo, el estudio “Violencia contra niños y adolescentes: percepciones públicas en el Brasil”, de la ONG cristiana Visión mundial, en sociedad con la empresa de encuestas Ipsos, apuntó al Brasil como el país más violento contra niños y adolescentes, en comparación con otras trece naciones de América Latina.

La investigación fue realizada en 2017 y escuchó a más de seis mil personas. Abuso físico y psicológico, trabajo infantil, casamiento precoz, amenazas cibernéticas y violencia sexual forman parte de una lista trágica que corrompe la infancia en esa región del mundo. En relación con la percepción de los entrevistados sobre la violencia, el 13 % de los brasileños considera como altas las probabilidades de que un niño sufra este tipo de abuso en su país; índice mayor que el 11 % de los mexicanos y el 10 % de los peruanos y bolivianos. Un recorte del estudio llama la atención: los ambientes de riesgo. De acuerdo con los entrevistados, el espacio público (un 52 %) ofrece mayor riesgo para los niños y los adolescentes, seguido por el hogar (un 21 %), la escuela (un 13 %) y los ambientes religiosos (un 3 %).

PROFANACIÓN

Merece reflexionar sobre este último dato apuntado por ese estudio de la ONG Visión mundial. La explosión de denuncias en la prensa internacional sobre abusos contra menores, involucrando a líderes religiosos, indica que los ambientes de culto también necesitan de la atención y la vigilancia de sus frecuentadores. Quien refuerza este alerta es la abogada Maíra Vida, consejera de la Orden de los abogados de Brasil, en la seccional Bahía (OAB-BA). Ella también es presidente de la Comisión de combate a la intolerancia religiosa en la OAB-BA.

La abogada subrayó que el problema debe ser mayor de lo que se conoce y lamenta que existan pocos estudios sobre este tipo de violencia en el contexto religioso. Por su actuación en la OAB-BA, esta profesional ha recibido denuncias de mujeres que sufrieron abuso sexual de líderes religiosos del candomblé, de diversas religiones y de pastores de diferentes denominaciones. Para ella, el problema de la violencia sexual es interconfesional. Sin embargo, entiende que pocas denuncias, incluso de comunidades religiosas, son notificadas; tal vez por causa de lo que ella llama un “temor reveren- cial” (ver el cuadro “Proteja a las ovejas de los lobos”).

Su discurso recuerda la obra Microfísica del poder, del teórico social Michel Foucault; para este, la humanidad se transformó en esclava no solo de las instituciones políticas, sino también de otras formas de poder, sin que la mayoría de las personas estuviera preparada para el ejercicio del poder. También transita por la teoría presentada en el libro El poder simbólico, del sociólogo francés Pierre Bourdieu; este afirma que, si el poder está en todas partes, entonces, cuando el asunto es abuso de poder, es necesario saber descubrirlo donde él se deja ver menos, donde es más completamente ignorado y es ejercido con la complicidad de aquellos que no quieren saber que están sujetos o incluso que lo ejercen.

“En cualquier templo, usted encuentra a un hermano. Por lo tanto, se crea la idea de que aquel es un ambiente familiar, de confianza. Sin embargo, podemos terminar considerando que las personas llevan al ambiente religioso las experiencias de la vida”, reflexiona la profesional. “Para mí, parece que hay hasta una negación vehemente con relación a que este problema pueda ocurrir en el ambiente religioso, pues se presupone que allí está la presencia de Dios. Para algunos, es difícil imaginar que, en esos espacios, también se cobije el mal,y pueda haber manifestaciones de la crueldad, del odio y de la violencia que están presentes en el individuo”, concluye.

HERON SANTANA es periodista.

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