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Quien omite, también abusa

Fabiana Bertotti Esta información apareció en las noticias. Un juez del Juzgado del Menor en Pernambuco, Brasil, decidió analizar los crímenes contra un menor, cuyos registros estaban archivados, para tener un retrato más exacto de la barbaridad que continua sucediendo dentro de muchas casas. Ninguna novedad, solo más horrores. De los procesos iniciados, 85% fueron […]


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Fabiana Bertotti

Esta información apareció en las noticias. Un juez del Juzgado del Menor en Pernambuco, Brasil, decidió analizar los crímenes contra un menor, cuyos registros estaban archivados, para tener un retrato más exacto de la barbaridad que continua sucediendo dentro de muchas casas. Ninguna novedad, solo más horrores.
De los procesos iniciados, 85% fueron denuncias provienen de la familia. De las víctimas infantiles, 58% sufrieron malos tratos y 42% abuso sexual. La mayoría no tenía más de 13 años y el 98% eran niñas. La violencia sucede en la casa del menor en el 29% de los casos, y en la casa del agresor un 35%, además, solo es usada un arma en el 4% de los casos, porque el 95% logra el convencimiento y amenaza. Esto es porque el 91% de los agresores son cercanos a la familia, hombres entre 17 y 25 años, que tienen empleo, son alfabetizados y no tienen antecedentes criminales.

Impacta también pensar que solo el 13% de los abusadores son presos inmediatamente al ser descubiertos in flagrante, y solo el 9% son presos al final del proceso. Para un juez con experiencia como lo es el abogado Luiz Rocha, las estadísticas espantan. Espantan porque el mayor abuso que se comete a un menor es el desprecio y la ignorancia. Esto es lo que los números revelan en mayor grado. Dejando de lado un poco a la minoría, y enfocándonos en la mayoría de los datos, se ve a las niñas que en sus casas o en la casa de conocidos (parientes, amigos de los padres, vecinos) son abusadas, estupradas usando violencia, siendo amenazadas, al igual que a sus padres, y les hacen creer que todo esto fue por culpa de ellas. Por el otro lado tenemos a los padres, en especial las madres, que no se dan cuenta de las diferencias nítidas que sus hijas presentan. Sí, todo menor abusado tiene desvíos de comportamiento claramente demostrados para quien observa atentamente.

De repente, el menor llora sin motivo, no quiere ir a la casa del tío o a la casa del vecino, tiene miedo de verse desnudo, pequeñas gotas de sangre en la ropa interior, pesadillas, pérdida o aumento repentino del apetito, bajo rendimiento escolar, y ¿nadie lo nota? ¿Cómo es eso? Son los padre, los hermanos, los parientes… ¿nadie le da atención a esta personita que ahora se muestra diferente, o tal vez, retraída? En la mayoría de los hogares existe el aislamiento, las críticas, las burlas, el castigo, pero no hay diálogo ni investigación. No se quiere mirar ni admitir que una monstruosidad de este tamaño pueda suceder, o que esté sucediendo dentro de su propia casa, en la pieza de al lado, en la casa de su hermano, cuñado, tío…

Entonces, ¿cómo explicarle esto al menor que gime por dolor en el seno de su familia? Que susurra en el silencio oscuro, clamando por rescate, socorro, sin entender qué es lo que le está pasando. Decir que usted no averiguó porque no se sintió cómodo… ¿Que usted, que debería protegerlo no quiso molestarse con una pelea familiar? ¿Cómo explicarle la diferencia entre usted madre, tía, prima, hermana y el agresor que la estupra periódicamente? Uno lo hace, el otro lo esconde, da vuelta la cara, ignora. ¿Y esto no es abuso también?

Fabiana Bertotti es periodista

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