Basta de Silencio

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La objetivación del cuerpo coopera con el silencio.

¿Qué encontramos cuando andamos por las calles de las ciudades? Cuerpos femeninos estampados en carteles, vendiendo autos, departamentos, bebidas y una serie de otras cosas. Lo mismo sucede cuando abrimos una revista común, de noticias. En las páginas destinadas a la publicidad, encontramos a mujeres semidesnudas, o hasta vestidas de manera sensual. Si entramos en los sitios de noticias, […]


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obj_mulher¿Qué encontramos cuando andamos por las calles de las ciudades? Cuerpos femeninos estampados en carteles, vendiendo autos, departamentos, bebidas y una serie de otras cosas. Lo mismo sucede cuando abrimos una revista común, de noticias. En las páginas destinadas a la publicidad, encontramos a mujeres semidesnudas, o hasta vestidas de manera sensual.

Si entramos en los sitios de noticias, hay algo parecido por allá. En las barras laterales de los sitios hay imágenes de mujeres desnudas, semidesnudas o sensuales. En algunos programas de televisión están ahí, como bailarinas, mostrando gran parte de su cuerpo. En algunos géneros musicales, están retratadas como objetos sexuales. Lo mismo sucede en libros y películas.

En un artículo acerca de la objetivación de la mujer en la publicidad, el profesor Doctor Jorge Veríssimo, presidente de la Escola Superior de Comunicação Social de Lisboa (Portugal), escribió lo siguiente: “A lo largo de la historia de la publicidad la presencia de la mujer ha sido asociada a los más diversos productos, aunque estos no estén destinados a ellas, como en el caso de productos para hombres. En estas situaciones, la mujer acaba por ser parte del producto, un objeto, ya que aparece en las más diversas poses, funcionando como un elemento altamente persuasivo”. El profesor cita además en su trabajo otros dos autores que afirman: “Nunca la mujer fue tan objeto como lo es en los días de hoy”.

No debemos sorprendernos, por lo tanto, que un libro/película como “50 tonos de gris” pueda tener tanto éxito. A lo largo de los años la sociedad fue perdiendo la sensibilidad en cuanto a la objetivación de los cuerpos femeninos. Si esto no nos parece normal, por lo menos es común y no genera tanto asombro.

Y no fue solo el cuerpo femenino que sufrió esta banalización. El sexo y las relaciones afectivas también están banalizadas al ser presentados de una forma grosera, sin compromiso, sin responsabilidad, por los diferentes medios de comunicación. ¿Qué se enseña en series y novelas?

Adulterio, sexo casual, relaciones que están abiertas a experiencias con terceros, jovencitas que seducen a hombres casados, y en medio de todo esto, los cuerpos femeninos son nuevamente expuestos y objetivados.

Recientemente en Brasil una marca de ropas que lleva el nombre de un presentador de TV Luciano Huck, produjo camisas estampadas con la frase “vem ni mim que eu tô facin” [Ven a mí que estoy así]. En el sitio de la marca, las camisas se destinaban al público infantil, con tamaños para niños de dos a doce años. Mucha gente entendió esto como una incitación a la pedofilia, y la marca retiró el producto del sitio. Al disculparse por lo sucedido, Luciano Huck afirmó en su Facebook que la estampa estaba destinada al público adulto y que lamentablemente fue colocada de manera indebida en un modelo infantil. Pero, ¿por qué una frase que en una camisa infantil estaría incitando a la pedofilia podría ser reproducida sin ningún problema para el público adulto? ¿No estaría incitando en este público la objetivación de los cuerpos de hombres y de mujeres también?

Por lo que parece, a lo largo de los años la sociedad se acostumbró con la objetivación de los cuerpos adultos. Por eso, mucha gente pude pensar que una camisa con tal estampa para adultos no pasa de una broma, mientras que para los niños sería inadmisible. Por eso, muchos piensan inclusive que lo anormal es no consumir pornografía.

Diariamente estamos bombardeados con la idea de un “cuerpo objeto”, sea en las músicas, en las campañas publicitarias, en los programas de TV, en Internet. Y si las personas son solo cuerpos, y el cuerpo es un objeto (especialmente de consumo), el silencio tiene sentido. Y si continuamos en este ritmo, pronto tendremos una sociedad que no se sentirá incómoda al ver a niños vestidos con camisas estampadas con insinuaciones sexuales. ¡Necesitamos romper el silencio!

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