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AUTOESTIMA Clave de la prevención...

Las nuevas generaciones han perdido algo que sus padres y abuelos tenían muy claro: identidad, pertenencia y propósito.


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Vivimos en un mundo cada vez más despersonalizado, con familias fragmentadas, reconstituidas y, muchas, demasiadas personas solas, de todas las edades. Un nuevo modelo de sociedad donde nos cuesta encontrarnos entre nosotros y hasta a nosotros mismos.

Un mundo donde además cada vez necesitamos menos a los demás a los fines prácticos de la ayuda mutua, porque la mayor parte de los servicios nos lo brinda la tecnología cómoda y fría.
Tenemos familias que ya no se reúnen alrededor de una mesa para una comida y ni pensar en pasar un día completo en familia. Las tradiciones familiares han quedado en el olvido porque todo cambia, todo se renueva continuamente y, además, no hay tiempo.

Los chicos quedan cada vez más tiempo con niñeras, o en la escuela en horarios de extensión, porque ambos padres trabajan para poder brindarles toda una suerte de cosas que creen que necesitan, además de mantener un nivel de vida confortable.

En este contexto las nuevas generaciones han perdido algo que sus padres y abuelos teníamos muy claro: identidad, pertenencia y propósito.

Quién soy, de quién soy y el propósito de mi vida son claves fundamentales de la autoestima sana, que lamentablemente les hemos robado a nuestros chicos en este correr y correr por mayor confort, menor esfuerzo, el tan defendido “ser feliz” que lleva a infinidad de matrimonios a separarse.
Una autoestima saludable es factor clave de la prevención del abuso.

¿Por qué?

Porque cuando sé quién soy, más allá de responder a un nombre propio y un apellido, respondo al título de “hijo del Rey del Universo”. Me reconozco como creación de Dios y eso me hace único y especial. Esto da a mi vida un
valor que nada de este mundo puede dar, ya que ricos y pobres, sabios e ignorantes, todos tenemos el mismo valor delante del Creador.

Cuando sé que pertenezco a una familia que me ama y a la cual amo, eso le da a mis actos y a mis decisiones un sentido de responsabilidad y de fidelidad a ese grupo social al cual pertenezco. Pero más allá de mi familia biológica, pertenezco a una familia espiritual que otorga una contención extra a mi vida, muchas veces mayor a la que brindan los lazos de sangre.

Cuando entiendo el propósito que Dios tiene para mi vida, entonces todo lo que hago o dejo de hacer cobra sentido. Nada es casualidad, todo sucede según el plan de Dios trazado para mi vida.

Muchos abusos y maltratos podrían evitarse si tan sólo tuviéramos claro y dejáramos claro en la práctica estos tres conceptos básicos que forman nuestra autoestima: Identidad, pertenencia y propósito.
Cuantas veces por agradar a otros, en el afán de caer bien, de sentirnos amados, nos ponemos en situaciones de riesgo, o aún hacemos cosas que no nos gustan, o sabemos que son incorrectas, incluso que nos hacen daño.

Es necesario educar a nuestros niños con fortaleza interior. Con sentido de pertenencia, y orientados hacia un propósito. Muchos de ellos, niños, adolescentes, jovencitos, no lo tienen claro, por lo tanto, no se valoran, no se aman a sí mismos porque tampoco se sienten amados y en consecuencia permiten que otras personas ejerzan sobre ellos un poder que no les corresponde.
Y no solo eso, sino que, además, como creen que merecen lo que les ha tocado vivir, permanecen en el silencio y la inacción, llorando por dentro, perpetuando así el círculo de maltrato, culpa, y dolor.

Somos hijos del Rey el Universo, pertenecemos a una familia, hay un propósito para nuestra vida, no lo olvidemos, no dejemos de transmitirlo a nuestros amados. No dejemos espacios vacíos en nuestras emociones.
Dice el Señor: “Porque en mis ojos fuiste de gran estima, fuiste digno de honra, y yo te amé”. Isaías 43:4.

Lorena Burgos Bishop
Psicóloga misionera en centros educativos de la Red Adventista.
Panelista en diferentes programas de Radio Nuevo Tiempo.

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