Siempre existe una Salida

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Siempre existe una Salida

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Nunca olvido aquel día en que al salir de una visita a un centro de recuperación de dependientes químicos, uno de los internos se me aproximó, me abrazó y dijo: “Muchas gracias por la existencia de este lugar. Aquí encontré la recuperación de mi vicio, y entregué mi vida a Dios para que él me restaure. En algunos días regresaré a mi ciudad natal. Decidí volver a estudiar y me voy a casar. Por favor, oren por mí”.

Esas palabras todavía resuenan en mi mente y me hacen pensar que, a pesar de todo el drama que comporta la drogodependencia y al alcoholismo, existe la esperanza de cura y de restauración. Después de algunas semanas, vi en la página de Facebook de ese joven las fotos de su casamiento y sentí una profunda alegría. Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (S. Mateo 11:28). En medio de la desesperación causada por las drogas, fue exactamente esto lo que hizo ese joven.

Para vencer al alcohol, las drogas y cualquier otro vicio, el adicto necesita ayuda. No es posible vencerlo solo. Hablando con personas que fueron adictas a drogas o alcohólicos acerca de cómo vencieron el vicio, más allá del tratamiento en sí mismo, normalmente dividen las razones en tres: la buena acogida de parte de los grupos de ayuda o las comunidades terapéuticas, el apoyo de la familia y los amigos, y fundamentalmente, la confianza en el poder de Dios.

La ayuda de los grupos de apoyo

Más allá de las consecuencias físicas en el organismo del alcohólico o del adicto a las drogas, también existe un aislamiento de parte del adicto, y un distanciamiento por parte de los amigos, como también de los familiares. Esto es causado por la desconfianza, y muchas veces por el miedo. Por esta razón, los grupos de ayuda y las comunidades terapéuticas son tan importantes en el proceso de recuperación de esas personas.

Sin embargo, el primer paso tiene que ser dado por quien lo está sufriendo en carne propia; es el propio reconocimiento de que necesita ayuda y de que él solo no podrá vencer el vicio. La solidaridad de las personas que están enfrentando las mismas luchas resulta fundamental en el proceso de recuperación. En este sentido, Salomón nos presenta un sabio consejo: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante” (Eclesiastés 4:9, 10).

El papel fundamental de la familia

Conocí a otro joven dependiente químico que tuvo su vida casi totalmente destruida por el vicio, hasta que, finalmente, decidió darle una oportunidad a una comunidad terapéutica cristiana, donde estuvo durante varios meses. Mientras se trataba, su madre oraba por él todos los días, pidiendo a Dios que lo ayudara en su recuperación.

Aquí, tengo que destacar la importancia del apoyo familiar –en ese caso, de una madre que oraba y creía en su hijo–. Para un dependiente de químicos o un alcohólico, la peor cosa que le puede pasar es sentir el distanciamiento de parte de su familia y de sus amigos.

Desgraciadamente, muchas veces son los conflictos de una familia disfuncional los que provocan que los jóvenes y los adultos busquen el refugio en las drogas o en el alcohol. Hablando de la importancia del hogar, la escritora estadounidense Elena de White escribió lo siguiente: “El hogar debe ser hecho todo lo que la palabra implica. Debe ser un pequeño cielo en la tierra, un lugar donde los afectos son cultivados, en vez de ser estudiosamente reprimidos. Nuestra felicidad depende de que se cultive así el amor, la simpatía y la verdadera cortesía mutua” (El hogar cristiano, p. 15). Si tienes un hijo, o un pariente, que es dependiente químico o alcohólico, no olvides: él necesita de tu ayuda y cuenta con esta.

Confianza en el poder de Dios

Resulta muy común escuchar, de parte de quienes ya han pasado por esta experiencia, que el vicio es mucho más fuerte de lo que ellos lo son, y que no tienen fuerzas para vencerlo, especialmente después de haber tenido crisis de abstinencia. Es verdad: el vicio es mucho más fuerte, y es por esta razón que necesitan de ayuda. Sin embargo, solamente con la ayuda de tratamientos, de la familia y de los amigos no resulta suficiente. Necesitan de algo superior, un poder más fuerte que los vicios.

La Biblia nos habla de un hombre que tuvo que luchar contra fuerzas mucho más grandes que él; sin embargo, encontró el secreto de la victoria. Ese hombre fue el apóstol Pablo. Fíjate lo que quedó registrado en la Biblia: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).

La lucha contra los vicios no es solamente física; es una lucha espiritual, porque las drogas y el alcohol son una de las fases más devastadoras del pecado en la vida de los seres humanos. Sin embargo, ¿en qué cosa Pablo encontró la victoria? Fíjate lo que dice: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). ¿Quién era aquel que lo fortalecía? Es el mismo que nos hace la siguiente invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). ¿Cómo tener acceso a ese poder? Acercándose a Dios por medio de la oración, el estudio de la Biblia y la interrelación diaria con Jesús. Este es el gran secreto.

En medio de esta lucha, todos tenemos algo en común, pues dependemos de un poder mayor que nos invita a ir con él. Es cierto, es posible vencer a las drogas y al alcohol, “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).