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Captura de Tela 2016-08-10 às 18.33.23Aun cuando se lo considera inofensivo, el alcohol es uno de los puentes para iniciar el uso de drogas ilegales. Y el consumo de estas sustancias puede llevar a la violencia dentro y fuera de la casa.

Everton* tenía apenas cuatro años de edad cuando se embriagó por primera vez. La cantidad de vino que probó aquel día le fue suministrada por uno de sus familiares. La cantidad ingerida por él fue tanta, que el hecho de vomitar fue solo cuestión de tiempo. Desde ese momento, un ciclo de vicios y dependencias químicas comenzaron a formar parte de su vida, con resultados negativos innegables.

Siendo todavía una criatura, se acostumbró a “robarle” un vaso de cerveza a su padre, quien constantemente iba a los bares para beber los fines de semana. A los doce años de edad, de la droga legal y aceptada por la sociedad pasó al consumo de marihuana, como consecuencia de la influencia de sus amigos, y al poco tiempo ya era usuario de sustancias inyectables de diferentes tipos, y con distintos efectos. Habiendo nacido en el Distrito Federal, donde se encuentra la capital de la Rep. del Brasil, hoy en día, a los 39 años, su apariencia es la de alguien que tiene por lo menos el doble de su edad.

“Fui expulsado de cinco colegios durante el tiempo en que todavía concurría a clases. En un año, llegué a ser expulsado dos veces de dos instituciones diferentes. Yo era aquel muchachito que se sentaba en el fondo de la clase y se quedaba enrollando el papel con el ‘preparado’ de marihuana”, recuerda Everton.

De ser únicamente adicto, comenzó a traficar en la región donde vivía. E��l no tenía ninguna duda sobre la relación práctica entre el uso del alcohol, las drogas ilegales y la violencia de todo tipo, inclusive la doméstica. Debido a que la venta era ilegal, tenía que imponer su papel de traficante, amenazando a los grupos rivales y sobornando a los policías. El “castillo de arena” montado por él mismo era digno de una película. Llegó a dormir en un colchón forrado de cocaína, símbolo de una ilusoria ostentación.

“Gané mucho dinero; sin embargo, lo perdí todo. Llegaba a ganar 500,00 reales en una noche, pero lo consumía todo en drogas. Después veía que no tenía dinero para comprar leche, ni pan para mi familia. Era una vida completamente loca. Llegué a ser llevado por los policías a fin de ser desovado [término utilizado cuando una persona es asesinada en un lugar y el cuerpo dejado en otro lugar diferente, a fin de intentar despistar]”, afirma.

Everton es una excepción a las estadísticas que incluyen gente con su perfil. Después de sufrir tres accidentes cerebrovasculares, aun contando menos de cuarenta años de edad, él reconoce que ya debería estar muerto,. Pero no lo está, en su opinión, debido a un milagro. Siendo padre de cuatro hijos, hoy participa de un proceso progresivo de rehabilitación en Narcóticos Anónimos (NA), y nos cuenta que ha permanecido sin consumir ningún tipo de drogas desde hace más de cinco años, desde que comenzó a frecuentar activamente la reuniones de NA, en Brasilia y en otras ciudades-satélites vecinas.

Alcohol: un paso hacia adelante

Lo que Everton vivió en su propia piel, la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) lo comprueba y afirma. La entidad estima que 320 mil jóvenes mueren anualmente en todo el mundo debido al consumo de alcohol. Además de eso, las investigaciones también identificaron la vinculación de sesenta tipos de enfermedades diferentes relacionadas con la ingesta de bebidas alcohólicas. Para la OMS, el alcohol es una de las principales puertas de entrada al consumo de otras sustancias tóxicas.

De acuerdo con los autores, no existe un nivel seguro para el consumo de alcohol. Si la persona lo consume, corre riesgo de tener problemas de salud y otras complicaciones, especialmente si existiese un consumo de más de dos dosis por día y no se dejara de beber por lo menos durante dos días a la semana. Esa conclusión forma parte de un estudio amplio llamado Self-help strategies for cutting down or stopping substance use: a guide [Estrategias de autoayuda para reducir o detener el uso de sustancias tóxicas: una guía].

Algunos números del Informe Global sobre Alcohol y Salud de 2014 llaman la atención con relación a la cantidad de jóvenes adictos al alcohol. Este material muestra, por ejemplo, que el 34,1% de los jóvenes de entre 15 y 19 años de edad del planeta son consumidores regulares de drogas consideradas lícitas, o legales. Si la mirada se orientara a las Américas (del Norte, Central y del Sur), este porcentaje subiría hasta el 52.7%, siendo levemente menor que el de Europa. Es decir, no hay dudas de que se bebe mucho a partir de los quince años de edad.

En el Brasil, especialmente en Minas Gerais, esa relación se volvió más evidente como resultado de una investigación local. El Centro de Referencia Estatal en Alcohol y Drogas (CREAD) informó que más de dos tercios de los 1.976 dependientes de sustancias químicas que buscaron ayuda en la institución, se iniciaron en drogas entre los 12 y los 17 años de edad. El alcohol fue la puerta de entrada para el 37% de ellos.

El uso precoz de alcohol está bien documentado en el Brasil. La Encuesta Nacional de Salud Escolar, realizada por el Ministerio de Salud, que fuera difundida en 2012, informa que el 66,6% de los adolescentes de entre 12 y 15 años ya han tenido experiencias con las bebidas alcohólicas. Y en esa misma franja etaria, el informe manifiesta que el 7,3% admitió haber consumido alguna droga ilegal.

En otros países sudamericanos, la realidad es muy parecida. Un estudio organizado por el gobierno argentino en 2012, constató que entre 2001 y 2011 el porcentaje de abuso de alcohol entre los estudiantes secundarios aumentó en un 113%. La edad promedio para el inicio en la ingesta de alcohol, de acuerdo con esos datos, es de 13 años. Entre los estudiantes de entre 13 y 17 años, en toda la Argentina, cerca del 49,3% afirma que ya había ingerido alguna bebida alcohólica durante aquel mes, y por lo menos un 18,7%, ya había fumado cigarrillos.

En la Rep. del Perú, de acuerdo con el relevamiento de datos llevada a cabo en 2015, por intermedio de la Comisión Nacional de Vida sin Drogas, el 37,7 % de los adolescentes y los jóvenes entre 12 y los 18 años que viven en Lima, capital del país, admitió que durante los últimos 12 meses había bebido algún tipo de licor, y el 2,7% dijo que durante 2014 ya había utilizado drogas ilegales (tales como marihuana y cocaína).

Mientras en la Rep. de Chile, los datos del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol, mencionan que por lo menos el 22,9% de los adolescentes en todo el territorio nacional bebe alcohol regularmente, mientras que el 13% admitió ser consumidor de marihuana.

Una investigación acerca de la salud escolar realizada en el Estado Plurinacional de Bolivia en 2012, proveyó la información de que el 18,9% de los estudiantes, con edades que iban de 13 a 15 años, había consumido algún tipo de bebida alcohólica durante los treinta días inmediatos anteriores a la investigación. Y entre los estudiantes que habían ingerido alcohol, en un 32,2% de los casos, la droga ilegal había sido obtenida por medio de algún amigo.

Dependencia cruzada

Los especialistas están absolutamente convencidos de los riesgos de la llamada dependencia cruzada, provocada por la conjunción entre el alcohol y otros tipos de drogas. Este es el caso de las personas que acostumbran usar cocaína y bebidas alcohólicas al mismo tiempo, por ejemplo, a fin de que los efectos se combinen ypotencien. El psiquiatra Fábio Aurélio Costa Leite explica que gran parte de quienes asisten asiduamente a los espectáculos nocturnos acostumbran ingerir simultáneamente vodka, bebidas energéticas y drogas, tales como el Éxtasis y el LSD.

Este uso combinado fue la realidad de Paulo*, hoy en recuperación en un centro sostenido por la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) en la ciudad de Bahía, en Brasil. Contando 35 años de edad, nos cuenta que había comenzado su trayectoria con el alcohol, a los 16 años. A los 21 años, había comenzado a combinarlo con marihuana; ingería cachaça (bebida brasilera destilada con un tenor alcohólico de entre 38 y 48 %) constantemente; y admite que utilizaba simultáneamente marihuana, para intentar cortar el efecto del alcohol. El proceso de dependencia se convirtió en algo mucho más complejo, al punto de intentar la rehabilitación varias veces, pero siempre encontrarse envuelto en recaídas.

Los resultados en su vida personal fueron trágicos. Paulo tenía buenos empleos, un terreno y dos motos. Llegó a vender los dos vehículos por 4.500 reales, y cambió inmediatamente el dinero por 50 gramos de crack, la última droga de la cual se convirtió en dependiente antes de ir a un centro de recuperación. Dos años después, nos asegura estar limpio de vicios.

Puente para la violencia

El alcohol, las drogas ilegales y la violencia parecen estar totalmente relacionados, tanto en la historia de quienes viven el drama de la dependencia como en datos de los investigadores. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) entregó en sus oficinas en Londres –con relación a la Droga y el Crimen (UNODC)–, el Informe Global sobre Homicidios 2013. La tasa masculina global de homicidios es casi cuatro veces mayor que la femenina (9,7 frente a 2,7, cada 100 mil habitantes); y es mayor en el continente americano (29,3 de cada 100 mil hombres), que supera casi siete veces a Asia, Europa y Oceanía.

Uno de los factores que más influyen, que fueron destacados en este informe, es el consumo de alcohol y/o drogas ilegales. Y se afirma estos aumentan el riesgo de que un individuo acabe siendo víctima de la violencia, como también de que la practique.

En una entrevista concedida al blog del Dr. Drauzio Varella, el profesor titular del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Federal de San Pablo (UNIFESP), en el Brasil, el Dr. Ronaldo Laranjeira explica: “El alcohol afecta varios sistemas químicos cerebrales. Su primera acción es sobre la química del control de la ansiedad, el sistema GABA. La persona se siente más relajada, y tiende a filtrar los estímulos, y es por ello que interactúa mejor con los demás. Dependiendo de la cantidad ingerida, y de la química cerebral de cada persona en particular, el relajamiento inicial puede dar lugar a la somnolencia, o a mucha agresividad”, enfatiza.

También resulta factible encontrar conexión entre los crímenes practicados dentro de una casa con el uso de bebidas alcohólicas. Por lo menos en el Brasil, existen informaciones para este análisis. El Relevamiento Nacional sobre Alcohol y Drogas (LENAD), realizado en 2012, incluyó los testimonios de 4.607 personas de 149 municipios brasileños de todos los Estados, y llegó a algunas conclusiones:

Casi un tercio (27%) de los hombres de menos de treinta años de edad que beben alcohol, ya han estado implicados en peleas con agresión. El número es alto, en comparación con los individuos en la misma franja etaria que no ingieren alcohol: solamente el 6% estuvo involucrado en peleas aquel año.

De acuerdo con los investigadores, en el 50% de los casos de violencia doméstica (3,4 millones de personas) registradas en 2012, había ocurrido ingesta de alcohol por parte del agresor; lo que nos sugiere que existe una relación entre la agresión dentro de la casa y la bebida.

El psiquiatra Fábio Aurélio Costa Leite confirma estos datos con la experiencia observada en la clínica

en la que atiende a sus pacientes. “Resulta importante entender que los factores tales como la impulsividad y la falta de frenos, que provienen de la ingesta de alcohol, asociados a los problemas familiares, pueden llevar a una persona a ser violenta”, nos alerta.

“En el caso de otras drogas, tenemos la situación de la abstinencia, o fisura, que también puede desencadenar un comportamiento violento. El sujeto se mantiene obstinado en continuar comprando drogas, y a veces, mientras está dentro del grupo, cuando está utilizando estas sustancias, pierde el respeto, los límites, y en ese caso todo puede suceder”, remarca Leite.