
Internet ha transformado por completo la manera en que las parejas se relacionan. Una investigación de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, reveló que, desde la década de 2000, se ha convertido en el principal medio para iniciar una relación amorosa. Sin embargo, no todo es color de rosa cuando se trata de las transformaciones provocadas por el mundo digital. Aquello que, al principio, puede funcionar como una especie de cupido, con frecuencia se convierte en fuente de tensión. Un estudio divulgado por Kaspersky Lab en 2018 indicó que el 80% de las parejas ya discutieron por causa de la tecnología. Ya sea por un mensaje mal interpretado, por el tiempo excesivo frente a la pantalla o por desacuerdos sobre los límites de la privacidad, una cosa es cierta: los comportamientos virtuales impactan —y mucho— la dinámica real de las relaciones.
La terapeuta de parejas Isabel Passos afirma que este es un tema recurrente en el consultorio. Señala que las insatisfacciones respecto a la manera en que la pareja se relaciona con el entorno digital tienden a afectar negativamente la relación de algún modo, incluso si la pareja decide no abordar directamente esas quejas. “Es como una grieta que se va abriendo entre los dos. Por ejemplo, si uno de ellos hace un comentario en internet y su cónyuge lo ve y no le gusta, tiende a reaccionar. Esa reacción se manifiesta en casa, a veces en un cambio en el trato, en una negativa al contacto, en una crítica…”, ejemplifica la terapeuta.
Mundo virtual, conflictos reales
Marina y Vitor Pires enfrentaron este tipo de conflicto debido a las distintas formas en que cada uno se relacionaba con el entorno digital. Ella es asistente administrativa, él es vendedor y llevan siete años juntos. La primera diferencia que generó tensiones fue el tiempo que pasaban con el celular. “A ella le gustaba estar todo el tiempo en el ‘desliza hacia arriba’. Eso no me dejaba tranquilo”, cuenta Vitor. Marina relata cómo se sentía, al principio, cuando su novio manifestaba molestia. “Me parecía terrible, muy fastidioso, porque yo siempre estuve conectada a internet, muy sociable. En cambio, él es todo un ‘señor mayor’ para esas cosas”, bromea ella.
Teniendo en cuenta lo que revelan los estudios, no sorprende que el tiempo de conexión sea un punto sensible en las relaciones. Brasil está entre los países que más tiempo pasan en línea: 9:09 horas por día, según el Informe Digital Global de 2025, realizado en colaboración entre We Are Social y Meltwater. Chile y Argentina también presentan promedios elevados, con 8:45 y 8:44 horas diarias, respectivamente.
Según Isabel Passos, dentro de la relación conyugal, el uso excesivo del celular puede significar algo más que una dificultad para establecer límites. “En el consultorio, este tema también aparece como un recurso para evitar el contacto directo, una vía de escape para no tener que interactuar y convivir más de cerca”, afirma. Y hace una advertencia: “Es necesario tener cuidado, porque ese gesto de quedarse con la vista fija en la pantalla, ese aislamiento en su propio mundito, genera distanciamiento. Uno le transmite al otro, con o sin intención, el mensaje de que no desea cercanía.”
Vitor y Marina lograron ajustar ese desajuste mediante el diálogo. “Me esforcé lo suficiente para mostrarle cuánto puede perjudicar el celular cuando no se usa de forma adecuada”, dice Vitor. “Con esa crítica constructiva de su parte, me di cuenta de que estaba demasiado enganchada a internet. Me pareció válido prestar un poco más de atención y reduje un poco su uso”, relata Marina. Sin embargo, no todo estaba resuelto. Y lo que parecía algo simple todavía tenía el potencial de convertirse en un gran problema.
“Cuando llegaban fechas especiales para nosotros, yo publicaba una foto. Él no comentaba, no hacía nada. Para mí, ¡eso era el colmo! Yo quería que él publicara algo, hiciera una declaración, y él no iba a hacer eso. No me sentía amada”, cuenta Marina. Hoy, se ríen de la situación y demuestran que no existe una fórmula mágica: es necesario poner las cartas sobre la mesa. “Entendí que era un asunto que debía tomarse en serio, porque el matrimonio no es un juego”, relata ella. Vitor destaca los resultados de hablar con claridad sobre el tema: “Si ella no me hubiera dicho eso, hasta hoy no lo sabría. Pero cuando identificamos que interpretamos y demostramos el amor de maneras distintas, nos volvimos mucho más compañeros”, dice él. Y Marina está de acuerdo: “En el momento en que entendimos eso el uno del otro, las cosas empezaron a fluir de la mejor manera”.
Para la especialista, la pareja ilustra bien la importancia de validar los sentimientos del otro sin subestimar ni minimizar aquello que, a primera vista, puede parecer pequeño. “Frases tan comunes como ‘¿todo esto solo porque no publiqué una foto?’ o ‘¿todo esto solo por un ‘me gusta’?’ amenazan mucho el vínculo entre la pareja, porque suponen un juicio sobre lo que debería o no ser importante para el otro”, explica Isabel. “Imaginemos que una pareja discute porque uno de los dos le dio ‘me gusta’ a cierta foto. El enojo no es solamente por el ‘me gusta’. La cuestión es todo el contexto y el mensaje que ese gesto transmite”, continúa.
El comunicador y especialista en medios digitales Carlos Magalhães profundiza en esta reflexión. Recalca que, en el entorno digital, las pequeñas acciones y símbolos tienen significados distintos dependiendo del contexto o de la percepción de quien los recibe. “Emojis, ‘me gusta’ y otros comportamientos digitales son formas de comunicación no verbal en el ambiente online. Decir que ‘es solo un ‘me gusta’’ no funciona muy bien, porque toda interacción transmite algún mensaje, aunque no sea intencional”, afirma.
Isabel insiste en que, cuando se trata de este tema, es fundamental que las parejas establezcan acuerdos claros. También llama la atención sobre la importancia de que tanto las parejas como los profesionales busquen conocimiento y desarrollen herramientas para enfrentar los desafíos de la vida digital. “¡Qué diferentes son las demandas que recibía en el consultorio hace veinte años y las que recibo hoy!”, comparte la terapeuta. “Estamos en una situación de la que ya no se puede salir, no hay vuelta atrás. Entonces, hay que preguntarse: ¿qué nuevos instrumentos debemos buscar para lidiar con esta realidad y seguir protegiendo nuestras relaciones?”, plantea la especialista.
Conectados antes del Wi-Fi
A pesar de todos los desafíos que el mundo digital impone a las relaciones modernas, algunas parejas parecen vivir al margen de este torbellino. Cuando Isabel menciona que, hace veinte años, las demandas de las parejas eran completamente diferentes, esto se hace evidente en la historia de Elaine y José Lopes. Ambos son profesores y llevan casi tres décadas juntos. Cuentan que, cuando adquirieron su primer celular, ya llevaban 18 años de casados, y afirman que internet nunca interfirió directamente en su relación, ni para bien ni para mal.
El tema de las contraseñas, por ejemplo —una fuente de tensión para muchas parejas—, nunca fue un problema entre ellos. “Veo esos chistes en internet, donde la esposa agarra el celular del marido y él se asusta, y me doy cuenta de que eso no se aplica a nosotros. No es que estemos revisando el celular del otro, pero nuestros celulares están desbloqueados”, cuenta José. “Usamos internet más que nada para hablar sobre la rutina, pedirle al otro que compre algo en el mercado o para coordinar los horarios de nuestros hijos”, dice Elaine. Y si, por casualidad, el asunto comienza a ponerse más serio, ambos acuerdan esperar hasta llegar a casa. “Cuando yo digo ‘lo hablamos en casa’, él ya se preocupa”, bromea la esposa.
Cuando se trata de contraseñas y otras cuestiones de privacidad, Isabel enfatiza que no existe un único camino correcto. Explica que, en una relación sana —sin desconfianzas, inseguridades ni heridas relacionadas con la infidelidad—, la pareja puede entenderse y crear sus propias reglas. “La contraseña, por ejemplo, no puede ser una exigencia. Por más difícil que sea, es necesario comprender que el otro, aunque esté casado, sigue siendo una persona libre y que se trata de una relación entre adultos. Entonces, cada uno debe ser responsable de su decisión, tomada de forma libre y voluntaria”, aclara la terapeuta.
Además, la decisión de Elaine y José de tratar asuntos delicados cara a cara encuentra respaldo entre los especialistas. “Si muchas veces lo que se dice en persona —con toda la riqueza del lenguaje no verbal— ya genera malentendidos, ¡imagínese un mensaje escrito! Sin la expresión facial ni el tono de voz, la interpretación puede ser completamente diferente de lo que el otro quiso decir, y eso acaba intensificando el conflicto”, destaca Isabel. Carlos Magalhães, comunicador y director de medios digitales, complementa esta visión: “Cuando usamos WhatsApp, perdemos mucho de las expresiones faciales, del tono de voz e incluso del ritmo de la conversación. Eso puede generar ansiedad por la demora en las respuestas o incluso la sensación de frialdad. Hay que tener cuidado, porque para algunas personas, usar lo digital para conversaciones cruciales o sensibles puede parecer ofensivo e incluso violento”, subraya.
Para quienes desean evitar que internet se convierta en un problema en la relación, ambos especialistas comparten algunas recomendaciones. “Elige con cuidado el canal adecuado para cada tipo de conversación y practica la empatía digital, considerando el impacto de tu mensaje al ser recibido. Busca claridad, evita ambigüedades y confirma siempre si el mensaje fue comprendido, para minimizar malentendidos”, orienta Carlos. Isabel refuerza la importancia de la empatía: “Todas las parejas necesitan aprender dos cosas fundamentales: saber escuchar y saber verificar. Es necesario confirmar con el otro cómo fueron recibidas nuestras actitudes y escuchar con verdadero interés. En ese momento, no importa si hubo o no intención; lo que importa es cómo se sintió el otro. Es ahí donde la pareja debe enfocarse”, concluye la terapeuta.
Fuentes:
https://dailycitizen.focusonthefamily.com/most-american-couples-meet-online-survey-shows/
https://data.stanford.edu/hcmst
https://datareportal.com/reports/digital-2025-argentina
https://datareportal.com/reports/digital-2025-chile https://datareportal.com/reports/digital-2025-brazil