Hay muchas cosas que las personas suelen pensar que solo le incumben a ellas pero, en realidad, no es tan así. Piense, por ejemplo, en el agua estancada en los platillos de los floreros. Alguien puede pensar: “La planta es mía, esta casa es mía, entonces el problema es mío”. Pero este pensamiento está equivocado. La planta puede ser de esa persona, puede estar en su casa, pero el problema puede ser del vecino porque, cuando el mosquito se reproduce, puede llegar a picar a quienes nunca entraron a su casa y transmitir enfermedades, como el Dengue.
Otro ejemplo de este pensamiento es “si consumo pornografía, el problema es mío”. Aparentemente sí, el problema es de quien consume eso, pero en realidad el problema puede ser de muchas otras personas. En ese caso específico, el problema que comienza en su cuarto, en su computadora, puede convertirse en un problema de salud pública.
Entre aquellos que estudian el consumo de pornografía y sus efectos, surgió en los últimos años una preocupación por las consecuencias que puede traer esta práctica a la salud pública, más específicamente a través de la promoción de prácticas sexuales con varios compañeros, el acto de recurrir a la prostitución, el sexo sin preservativo, etc. lo que contribuye a la transmisión de enfermedades de transmisión sexual o a un embarazo no planificado.
En un estudio realizado en el 2013, P. J. Wright verificó una asociación entre el consumo de pornografía y las actitudes favorables al sexo en la adolescencia, al sexo premarital y al sexo extramarital. En lo que respecta a las preocupaciones de salud pública, el autor verificó una asociación entre el consumo de pornografía y la multiplicidad de parejas sexuales y el acto de recurrir a la prostitución.
En otro estudio, realizado en el 2012, el mismo autor verificó que el comportamiento sexual casual no estaba relacionado con el posterior consumo de pornografía, pero que el consumo de pornografía implicaba cambios en el comportamiento sexual casual; y esta asociación era más significativa en los sujetos evaluados como más infelices. Esto indica que hay un efecto real del consumo de pornografía en las prácticas sexuales, incluso en aquellas consideradas inseguras, y que genera preocupación en lo que respecta a la salud pública.
El pensamiento “si yo hago eso es mi problema” no se aplica correctamente al consumo de pornografía, así como tampoco se aplica a muchas otras cosas en las cuales se expresa este pensamiento. Una sociedad más saludable necesita individuos más saludables. ¡Rompamos el silencio!