La solución de los males hay que buscarla en la causa y no solo en el ataque a las consecuencias. Najat Maala M’jid, médica y especialista en la venta de menores, pornografía y prostitución infantil y miembro de la comisión específica en la ONU (Organización de las Naciones Unidas), habló recientemente sobre un informe extenso que evidencia el crecimiento de la explotación de niños en el mundo. En su discurso dijo que “crece la cantidad de pornografía disponible en Internet y los niños son víctimas cada vez más pequeños y las imágenes aún más horrorosas”.
Najat está diciendo aquí el origen del problema. Yo no encontré estadísticas mundiales consolidadas sobre la explotación sexual infantil, pero algunos datos aquí y allá dan una dimensión más clara de la problemática. Una organización inglesa llamada NSPCC afirma, en un sitio, que uno de cada 20 niños es abusado sexualmente y más de 90% de los abusos fueron practicados por alguien que las víctimas conocían. En 2012 y 2013, según esa organización, solamente en Inglaterra y País de Gales, fueron registrados más de 18 mil casos contra niños por debajo de 16 años. Da para ver que la situación es gravísima.
Pues bien. Por lo que dijo Najat concluyo que la pornografía está entre una de las principales causas de la gran desgracia que es la explotación en sí. Sí, la popularización de Internet no es exactamente el problema (hasta porque es un mundo virtual con contenidos buenos y malos), sino la popularización de la pornografía. Llamo a eso puerta de entrada para la explotación. Según la ONG Safernet, en Brasil el tipo de crimen más denunciado en Internet es la pornografía infantil. Fueron 80.195 denuncias en 2013.
Factor de riesgo
Consideremos la pornografía infantil un factor de riesgo y no solo un factor asociado a la explotación. Si más niños, adolescentes y adultos están conectados con ese tipo de contenido es muy obvio que el paso siguiente, en muchos casos, serán prácticas sexuales ilícitas desde el punto de vista legal y espiritual también.
En ese aspecto quiero detenerme ahora más. Comprendemos que la pornografía es la causa y no el efecto de la explotación, por lo tanto precisa ser combatida tanto como la explotación. Solo que, al contrario de lo que se pueda imaginar, el combate a ese mal no depende tanto de gobiernos, especialistas, autoridades en el asunto, etc. Depende de actitudes que padres, niños y adolescentes adoptan. Y eso tiene mucho que ver con la cuestión religiosa/espiritual.
Sugiero dos pasos simples basados en la Biblia en relación a esta lucha:
- La contemplación tiene una gran influencia. “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. (2 Corintios 3:18 NVI). La palabra original en griego para contemplar significa contemplar un reflejo, o sea, de alguna manera usted se hace más parecido con lo que usted contempla o ve. La Biblia obviamente declara que seremos transformados por Cristo al contemplarlo más a él y sus enseñanzas. Contemplar pornografía implicará necesariamente una aproximación mayor a ese tipo de práctica. El consejo bíblico es el de no contemplar eso, apartarse de lo que sugiere la pornografía o algo malicioso desde cualquier punto de vista, especialmente sexual.
- Sustituir la pornografía por lo que edifica. “Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu; y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”. Efesios 6:17, 18. No basta dejar de ver contenidos inmorales, sino que es necesario, espiritualmente hablando, llenar la mente con imágenes buenas, buenos videos, buenos textos. El principio que sirve de parámetro es lo que está revelado en la Biblia (enseñanza divina) y que es el resultado de la oración sincera y constante. Al mantener una mayor comunión con Dios basada en la Biblia, y no solo en las percepciones personales sobre lo que es correcto o no, una persona entenderá que determinados contenidos no son adecuados para sí y para su familia.
Combatir la exploración sexual infantil sin combatir la pornografía es como mínimo una tarea incompleta. La puerta de entrada debe cerrarse. Los padres necesitan conocer detalladamente lo que sus hijos ven, con quienes conversan, que sitios y redes sociales miran. Los pequeños necesitan que se les enseñe sobre el mal que provoca esa práctica perniciosa.
Y los adultos, y atrapados con eso, necesitan abandonar lo que la Biblia llama específicamente pecado y no practicarlo más. Las autoridades en general pueden no saberlo, pero Dios conoce todo lo que sucede con las personas. En algunos casos, algunos involucrados hasta tendrán que ser privados de la convivencia con la sociedad por medio de la prisión porque infelizmente trabajan para destruir otras mentes. Es uno de los precios de la pornografía.
De paso, precio mucho más alto que las generaciones perjudicadas.
Felipe Lemos – periodista responsable de Asesoría de Prensa del proyecto en Sudamérica