"Nunca imaginé que insistir a mi esposo para que me pueda comprar mis cosas de uso necesario, sería motivo para que él me golpeara y tuviera que vivir violencia física y económica, y que ésta también sea un tipo de violencia". Así describe Olivia, (nombre anónimo) una mujer de 36 años con dos hijos, su experiencia.
Ella comenta la lucha diaria que tenía con su esposo al momento de pedir dinero para sus productos de uso higiénico, incluso, para la leche, o medicinas de sus bebes. Las constantes respuestas negativas y golpes de su cónyuge iban provocando tristeza, falta de apetito, descuido, entre otras cosas, sin detectar que estaba siendo violentada.
Un encuentro revelador
En el mes de agosto del 2018, ella caminaba cerca de una iglesia en el sur de la ciudad de Guayaquil, y le llamó la atención un grupo de personas con algunas pancartas con el letrero Basta de Silencio. Curiosa se acercó a preguntar, qué realizaban en aquel lugar, a lo que gentilmente una dama, miembro y líder de iglesia respondió: "Estamos realizando una campaña pacífica donde nos manifestamos en contra de todo tipo de abuso o violencia". “¿Cómo todo tipo de violencia?”, preguntó Olivia. "Es decir, la física, la verbal, la psicológica, la económica, y todas aquellas que puedan darse dentro de cualquier vínculo en nuestra sociedad".
A ella le llamó de inmediato la atención el término, "violencia económica y física", y pidió más información al respecto. En ese momento le fue entregada la revista Basta de Silencio, y fue invitada a participar de los talleres que serían brindados en la iglesia. Con mucha puntualidad asistió cada día con sus dos pequeños.
Ayuda para la familia
Y fue ahí, durante estas jornadas, que Olivia reconoció ser violentada por su esposo por más de 7 años, al experimentar las características que padece alguien violentado de esta manera. Decidió pedir ayuda, y comentó su problema a la dama que la invitó a estas charlas. Ella la direccionó con ayuda profesional, y actualmente sigue asistiendo a la iglesia.
Su esposo también fue visitado por el anciano de la Iglesia, quien fue junto con la psicóloga, así el hombre cayó en cuenta del daño que le causaba a su esposa y a su familia, decidiendo tener otras actitudes como cabeza de hogar, y principalmente como esposo.