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FACTORES QUE AGRAVAN LA RECUPERACIÓN EN CASO DE UN ABUSO SEXUAL

las víctimas de abuso sexual experimentan repercusiones psicológicas que afectan su estabilidad emocional y su desenvolvimiento general.


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El abuso sexual se define como todo acto sexual (tentativa, comentario o insinuaciones) que se realiza por la fuerza, utilizando violencia física o psíquica.

Esta situación se viene dando en aumento a nivel mundial. En 1993 la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció un marco de acción para luchar contra esta problemática, sin embargo diversos estudios demuestran que esta situación aún no ha cambiado. Actualmente el 35% de las mujeres es víctima de abuso sexual de parte de sus parejas o desconocidos; así mismo un reporte sobre exámenes médico legales a mujeres por presuntos delitos sexuales sugiere que cada hora se realizan dos exámenes para verificar casos de violencia sexual, cifra realmente alarmante.

Debido a esta problemática se realizaron diversas investigaciones para conocer los factores de vulnerabilidad, factores protectores, consecuencias del abuso sexual, entre otros temas.
Respecto a los estudios sobre las consecuencias del abuso, se confirma que las víctimas experimentan repercusiones psicológicas que afectan su estabilidad emocional y su desenvolvimiento general. Entre las principales consecuencias se encuentran la humillación, los sentimientos de culpa, la baja autoestima, el miedo a volver a ser víctimas, la evitación sexual, la sensación de indefensión y la pérdida de control; también presentan síntomas ansioso-depresivos y en algunos casos podrían presentar trastorno de estrés postraumático (TEPT). Respecto al TEPT, este se manifiesta en un 50-60% de las víctimas mientras que el 40-50% no lo presenta; por lo tanto, el evento traumático sería una condición necesaria pero no suficiente para su desarrollo; esto dependerá de los factores previos y posteriores al abuso.

Diferencia entre Factores de riesgo vs. Factores de vulnerabilidad

Los factores de riesgo son los que favorecen la probabilidad de que una persona se convierta en víctima de abuso. Los factores más importantes son: ser mujer, ser adolescente, presentar antecedentes de abuso sexual, tener un nivel educativo bajo, tener baja autoestima, padecer una deficiencia mental y estar al cuidado de terceros. Así mismo el Fondo de Población de las Naciones Unidas clasificó estos factores de riesgo en:

- Personales: Baja autoestima, escaso desarrollo de habilidades sociales, desconocimiento de los derechos, deprivación afectiva en la infancia y falta de conocimiento sobre lo que es o no apropiado en el contacto físico.

- Familiares: Violencia intrafamiliar, historia de violencia sexual de los padres, sobrevaloración de la figura masculina, desacuerdo al ejercer autoridad y consumo de sustancias.

- Sociales: Pobreza, desplazamiento forzado, vivir en zona de conflicto armado, hacinamiento, delincuencia y trivialización de la violencia sexual en los medios de comunicación.

Las investigaciones demuestran que cuantos más sean los factores presentes en una situación en particular, mayor será la probabilidad de que se produzca el abuso sexual.

Los factores de vulnerabilidad son los que influirán en el nivel del impacto y las secuelas psicológicas del abuso sexual. Una de las maneras de clasificarlos es de acuerdo al momento temporal en el que se produce su influencia (previos, durante y después del abuso). Se detallará este tipo de clasificación a continuación (De la Cruz, 2014):

- Factores de vulnerabilidad previos al abuso sexual

Estos factores pueden agruparse en biográficos y demográficos; personales y estrés. Los factores biográficos y demográficos incluyen edad, situación laboral y social, traumas previos, historia de psicopatología en la familia, etc. En cuanto a la edad se encontró que las víctimas menores de 18 años tienen mayor riesgo de padecer TEPT e intentos de suicidio. Las víctimas menores de 12 años experimentan menor impacto siempre y cuando las otras variables (en especial el apoyo social y familiar) permanezcan estables; entre las víctimas de 13 a 22 años se presenta mayor impacto a menor edad, puesto que tienen menos recursos para defenderse de una presión negativa e inculpadora de su entorno; entre los 23 a 45 años no hay diferencias en el impacto, puesto que la víctima sería más competente para afrontar el estrés; finalmente de los 46 años a más existe mayor estrés a mayor edad de la víctima. Respecto a la situación laboral y social las víctimas desempleadas o con problemas económicos tienen mayor sintomatología, así mismo las pertenecientes a minorías étnicas y con bajo apoyo social. Los factores personales incluyen traumas previos, historia de psicopatología en la familia, problemas psicológicos o de salud. Respecto a la existencia de traumas previos, estos predicen significativamente la exposición a la violencia en la adultez, así mismo los problemas de salud, la vulnerabilidad psicológica (ansiedad, depresión) y la presencia de trastornos psicopatológicos tanto individuales como familiares dificultan la recuperación y predicen depresión. Otro factor importante es el estrés. El experimentar sucesos estresantes en los últimos meses agrava las reacciones psicológicas luego del abuso.

- Factores de vulnerabilidad que intervienen durante el abuso sexual

Entre los factores que intervienen durante el abuso sexual se encuentran el procesamiento cognitivo que realiza la víctima en el momento de la agresión y las características del abuso. Sobre el procesamiento cognitivo una variable importante es la amenaza de vida percibida durante el abuso. Existen tres características a tener en cuenta en este sentido; la disociación (disminución de conciencia del medio, despersonalización y embotamiento emocional), el procesamiento superficial (impresiones sensoriales y perceptivas durante el abuso) y el procesamiento autorreferencial (procesar la experiencia con la información autobiográfica); a mayor presencia de estas características existe mayor desorganización en la memoria luego del abuso, siendo el factor predictor más fuerte la disociación durante la agresión. En cuanto a las características del abuso, el que se haga uso de armas, las lesiones físicas, el tipo de actividad sexual realizada y la percepción de muerte predicen el desarrollo de TEPT. Esto aumenta la ansiedad si hay riesgo de quedar embarazada, de contraer una enfermedad de transmisión sexual y sufrir un robo simultáneamente. Si la víctima tiene las capacidades cognitivas y volitivas disminuidas (por el consumo del alcohol o drogas) o si aceptó la compañía del agresor existe mayor sentimiento de culpa y mayor sintomatología.

- Factores de vulnerabilidad posteriores al abuso sexual

Los factores que influyen sobre la presencia y el nivel de sintomatología luego del abuso sexual son clasificados en: la reacción cognitiva y emocional, las estrategias de afrontamiento y el apoyo social recibido (y percibido). Dentro de la reacción cognitiva y emocional se consideran importantes las creencias desadaptativas. Todos los seres humanos tenemos una cosmovisión del mundo y creencias que enmarcan nuestra forma de actuar; vivimos en base a creencias y presupuestos. Estas creencias se ven cuestionadas luego de ser víctima de abuso sexual, las creencias más afectadas son las relacionadas con la invulnerabilidad (“eso no me pasará a mí”), la percepción de que el mundo está bajo control (“todo va a salir bien”) y la percepción positiva de uno mismo (“a la gente buena le pasan cosas buenas”); luego del abuso se desarrollan sentimientos de culpa, indefensión y ausencia de control. Uno de los mecanismos que utilizan las víctimas para sentirse seguras es tratar de controlar futuras situaciones para evitar ser víctimas nuevamente; esto provoca en ellas mayor ansiedad, depresión y estrés lo que dificulta la adaptación y provoca mayores alteraciones psicológicas.

Todas estas condiciones predicen el desarrollo del TEPT. Sin embargo un importante mecanismo que actúa favorablemente en la recuperación de la víctima es la creencia de tener el control sobre la recuperación, esto provee seguridad y autoconfianza para avanzar paso a paso en el proceso de recuperación.

Respecto a las estrategias de afrontamiento, son mecanismos cognitivos y conductuales que se usan para lograr un equilibrio que permita un adecuado desenvolvimiento frente situaciones críticas, como el abuso sexual. Algunas de estas estrategias son desadaptativas, aumentan la sintomatología y predicen una lenta e inadecuada recuperación. Las más comunes son: aislarse socialmente, involucrarse voluntariamente en procesos judiciales, dar lugar a emociones negativas, presentar creencias negativas respecto a la religión (asumir que el abuso sexual es un castigo), culpar a otros o autoinculparse, plantearse preguntas sin respuesta, consumir alcohol o drogas y fármacos.

Otras de las estrategias son las adaptativas, que son más efectivas y predictoras de una mejor recuperación. Algunas de estas estrategias son: el aprender a reelaborar el sistema de creencias, reevaluar la situación resaltando el hecho de haber salvado la vida, reinterpretar positivamente la situación hasta donde sea posible, compartir el dolor con personas significativas, buscar apoyo social y emocional, poner en práctica pensamientos positivos, reducir el estrés, desahogarse, practicar el humor, implicarse en grupos de autoayuda, establecer nuevas metas y relaciones, apoyarse en la religión y concebir el afrontamiento como un reto personal.

El último factor es el apoyo social, definido como el medio por el cual las personas satisfacen sus necesidades básicas emocionales (afecto, pertenencia, identidad, seguridad y aprobación) y se da a través de las interacciones con su medio más cercano. El apoyo social que recibe la víctima de abuso sexual es un factor importante para su adecuada recuperación, las reacciones de las personas más cercanas influyen notoriamente en este proceso. Si las respuestas del medio más cercano son negativas se podrá predecir una sintomatología más severa, un mayor impacto psicológico negativo y el mantenimiento del cuadro a mediano plazo dificultando la recuperación. Un ambiente negativo, indiferente y crítico es predictor de TEPT, esto se potencia si existe culpa y creencias negativas luego del trauma. Las mujeres que no contaban con un apoyo social previo al abuso (vivían solas, no tenían un trabajo o no mantenían contacto con su familia) presentaron mayor sintomatología negativa a largo plazo; mientras que si las reacciones son positivas y la víctima las percibe como tales, llegan a producir
un efecto amortiguador del suceso violento, reduciendo el impacto psicológico y logrando alcanzar una buena calidad de vida y baja incidencia de depresión.

Existen cuatro tipos de apoyo social: el económico, el legal, el apoyo sobre el dolor y sobre los procesos psicológicos. Los más efectivos son los dos últimos y se caracterizan por la disposición de escuchar a la víctima; el hecho de que esta se sienta escuchada y que otros crean en lo que dice, le ayudará a un mejor ajuste psicológico. Cabe recalcar que el apoyo social puede ser bien intencionado, pero si no es el que necesita la víctima se convierte en un estresor, produciendo un efecto opuesto al esperado. El apoyo social menos efectivo predice mayores niveles de TEPT, esto se potenciará si existen creencias de culpa y depresión.

El apoyo social positivo recibido de la familia es un factor importante, pero no tan influyente como la reacción inicial negativa de parte de este grupo social. Esta reacción negativa se expresa cuando la familia cuestiona el comportamiento de la víctima antes de la agresión (no haber sido precavida o brindar confianza excesiva), durante (no defenderse, quedarse paralizada) o después de la misma (no haber denunciado). Como resultado habrá un aumento de la sintomatología y del impacto psicológico; si estas actitudes se mantienen a través del tiempo las consecuencias serán mayores y se dificultará la recuperación de la víctima del abuso.

Es importante no callar ante situaciones de abuso, sino acudir a personas especializadas para que intervengan en la recuperación de la víctima, y sobre todo recordar que todos podemos ser instrumentos de Dios al brindar ayuda y simpatía a las personas que podrían haber sufrido una situación similar. Elena de White escribió que “la tierna simpatía de nuestro Salvador se despertó por la caída y doliente humanidad. Si queréis ser sus seguidores debéis cultivar la compasión y la simpatía” (El ministerio de la bondad, p. 29).

Bibliografía
De la Cruz, M.A. (2014). Factores predictivos del impacto psicopatológico en víctimas de agresión sexual (Tesis Doctoral). Universidad Complutense de Madrid. España.

De la Cruz, M.A., Peña, M.E. & Andreu, J.M. (2015). Creencias desadaptativas, estilos de afrontamiento y apoyo social como factores predictores de la vulnerabilidad psicopatológica en mujeres víctimas de agresión sexual. Clínica y salud, 26, 33-39. Doi: http://dx.doi.org/10.1016/j.clysa.2014.12.001

Quinceno, J.M., Mateus, J., Cárdenas, M. Villareal, D. & Vinaccia, S. (2013). Calidad de vida, resiliencia e ideación suicida en adolescentes víctimas de abuso sexual. Revista de psicopatología y psicología clínica, 18 (2), 107-117. Recuperado de http://revistas.uned.es/index.php/RPPC/article/viewFile/12767/pdf_3

Sarasua, B., Zubizarreta, I., De Corral, P. & Echeburúa, E. (2012). Factores de vulnerabilidad y de protección del impacto emocional en mujeres adultas víctimas de agresiones sexuales. Terapia Psicológica, 30 (3), 7-18. Recuperado de www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-48082012000300002

Vaiciulyte, G. & Gonzalez, V. (2013). Factores psicosociales asociados al abuso sexual infantil en la ciudad de Duitama y planteamiento de la estructura de una propuesta de prevención de la problemática (Tesis de grado). Universidad Nacional Abierta y a Distancia. Colombia.

Katty Esther Puente Guédez
Es Psicóloga con maestría en Terapia Familiar. Trabaja como docente en la Universidad Peruana Unión (UPeU). Actualmente cursa la especialidad en Terapia Dialéctica Conductual en The Linehan Institute Behavioral Tech. Es miembro de la Sociedad Peruana de Psicooncología y trabajó en instituciones de educación superior privada y de alto rendimiento. Formó parte del equipo de capellanía de la Universidad Adventista del Plata (Argentina) y fue supervisora de proyectos en ADRA Perú.

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